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viernes, 29 de agosto de 2014

Para leer deprisa






Hoy en el semáforo giré la cabeza hacia la izquierda. Había un Wolkswagen Passat delante de mi. Era TDI. Había dos chicos sentados delante y una chica sentada detrás. Ella era musulmana, estaba sentada con la niña, llevaba un pañuelo negro, sus ojos tenían muchísima fuerza pero su mirada estaba apagada, yo no podía dejar de mirarla. Estábamos las dos con la ventanilla abierta y ella sabía que yo la estaba mirando, y de vez en cuando me miraba, y yo llevaba las gafas de sol pero aun así creo que mi mirada era más fuerte que la suya, porque le estaba diciendo que no eres libre, qué estás haciendo, por qué estás sentada en el asiento de atrás, por qué no estás delante,  por qué no hablan contigo, por qué tu única compañera de viaje es una niña, por qué si eres mucho más joven que yo.

lunes, 4 de agosto de 2014



LoveR




       Locura
      Oscuridad
       Vida
        Espacio
         Renacer

Tener miedo es lícito. El miedo a la vida, a lo nuevo, a la caída, al abismo. Caer para empezar otra vez, para colocar uno a uno los trocitos que se quedaron desperdigados en algún lugar dentro de nosotros mismos.
Entonces uno pasa un tiempo viviendo entre paréntesis, en medio de una frase que no quería escribir, y sin remedio, cediendo espacio al devenir de los días largos y solitarios.




Y ocurre que, algunes veces, surge la esperanza de que haya en algún lugar unas manos que te digan que no vas a caer, al menos demasiado. Y no vale cualquier par de manos. Necesitamos manos fuertes, especialmente fuertes, de esas que no hacen daño porque saben más que tú. Porque en eso consiste nuestra condición de humanos. En saber confiar. 

Y uno se da cuenta de por qué somos como muñecos.
Y uno ve lo importantes que son unas manos como las de Marta Marco.
Y uno descubre que Lover no es una historia nueva. Ni tremenda. Ni grande. Ni ajena. Es la historia de cada uno de nuestros corazones. Ahí. Parados en frente de los anhelos, que son los deseos de los otros cuando ya no coinciden con los tuyos.

Marta Marco -escribo aquí presumiendo- es una gran amiga. Y una estupenda actriz y creadora. En Lover es, además, la respiración y la voz. La magia y el orden. Y el movimiento y el pensamiento de nuestro protagonista, que vive unos días especialmente amargos cubiertos de luz morada. 
Ella y Andrés Beladíez son los creadores de esta joya de 46 minutos de duración de teatro de objetos compuesta por una cadena de pequeñas escenas.

Lover eres tú. Y tú. Y yo, por supuesto. Lover no va a enseñarte nada más que un pedazo de la vida. No se me ocurre otra razón mejor para decirte que vayas a verla.



Fotos: www.mausbafoto.com

jueves, 3 de octubre de 2013

¡A sonreír!


Hoy día 3 de octubre en La casa de América de Madrid ha ocurrido esto: don Jose Antonio Marina y don Luis Rojas Marcos (recién bajado de un avión) han hablado de la importancia de sonreír durante dos horas. Si lo dicen ellos, yo me lo creo. Hay que sonreír. Cuanto más, mejor. Y si su sonrisa puede pasar de un tibio esbozo a una risa, hágalo. Y si eso le pasa a la persona que tiene al lado, déjese contagiar. O contagie usted a su pareja, a sus hijos, a la persona que tiene al lado... Será interesante comprobar cuánto tiempo tarda en volvernos a llegar la ola de la risa.

Las emociones se comunican con nosotros. Nos dicen “las cosas te están yendo bien...” o “sientes miedo”. Pero tienen un segundo papel aún más interesante: al comunicarse con nosotros mismos, hacen que reaccionemos ante ellas. Es decir, establecen una comunicación entre lo mental y lo fisiológico haciendo que actuemos o reaccionemos a nuestro estado y, por lo tanto, cambiándolo.

Fomentar la cultura de la sonrisa puede ofrecernos muchos beneficios. Algo así como la idea de “hacer del naufrago, un navegante”.

Tenemos una tendencia a dejar pervivir las cosas negativas. Por ejemplo, si recibimos una buena noticia, una muy muy buena noticia, la recibiremos con mucho agrado e inundará en nosotros una alegría considerable. Bien, ¿durante cuánto tiempo? Es posible que en dos o tres días se le haya pasado el “fulgor” de ese primer impacto. Por el contrario, cuando recibimos una mala noticia, perdura en nuestras vidas más tiempo. Piense en la expresión “Estoy hecho polvo porque me enteré la semana pasada de que...” ¿Por qué? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos, es que si a cualquiera de nosotros nos pidiesen que hiciésemos una lista con los 20 hechos que recordamos de nuestra vida, casi todos serían positivos. O, por lo menos, la mayoría. Es decir, no estamos “programados” para recordar o aferrarnos especialmente a lo negativo. Entonces, ¿por qué nos comportamos así? ¿por qué esa tendencia a dejarnos “avalanchar” por lo negativo?

La psicología (que siempre se ha dejado llevar mucho por las modas) ha sido caprichosa y diferente según en qué partes del mundo. En E.E.U.U. las tendencias psicologistas de moda siempre han sido mucho más “positivistas”. Por ejemplo, John Watson Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados”. 

Sin embargo, en Europa, siempre han calado bastante las tendencias negativas: Freud. (Las consecuencia de la ilusión son el sometimiento y el desconocimiento). Y digámoslo, el pesimismo en Europa, está bien visto. Y digámoslo también, el pesimismo es un contexto en el que se genera un buen sistema de excusas. Es cierto que la vida en la ciudad impone un contexto hostil. Las ciudades que han crecido mucho han dejado de ser lugares cordiales donde levantarse todos los días e ir a trabajar. Pero ese desgaste que provoca vivir en el pesimismo, lo estamos pagando con nuestra vitalidad y nuestra salud.

Hay muchas cosas que despiertan la sonrisa. La ternura, por ejemplo. El amor, la ilusión, incluso la torpeza. Todos tenemos algún hilo optimista del que tirar y seguir tirando hasta abonar un huerto de sonrisas en nuestra propia vida.

Las personas que sonríen tienen mejores habilidades sociales, la sonrisa tiene un efecto analgésico real sobre el dolor físico, es un antídoto contra el estrés. ¿Podemos estar más sanos si sonreímos más? Si, sin duda. Además de que comunicaremos mejor, conseguiremos aquellas cosas que siempre se quedan en un “casi”, por ejemplo: un trabajo, una chica, un ascenso, un aplauso, un abrazo...

Hay que decir que no existen “genes maravillosos” en las personas. No heredamos genes de la inteligencia ni de nada. Lo único que hay son genes que activan ciertas proteínas o no. Nada más. Este es el siglo de la epigenética (estudio de los factores no genéticos que intervienen en la formación del organismo). Es decir, no todos nuestros genes se “activan” cuando nacemos. Y se está apuntando a la educación como último modelador de la activación genética. Esto es increíble y precioso al mismo tiempo: a través de la educación podemos ponderar qué genes van a activarse en una persona. 
Nuestra memoria afectiva es muy selectiva: elige recuerdos en consonancia con el estado en que uno se encuentra. Así que si no tienen ese estado óptimo, feliz, fabríquenlo como sea. Sonrían aunque les cueste  al principio y tengan un poco de paciencia. Su fisionomía sorprenderá a su mente y luego a ustedes mismos haciendo el resto. Háganlo todos los días. Hay que sonreír.
Sonrían en el trabajo, a sus hijos, a su pareja...y lo más importante, sonríanse a ustedes mismos por la mañana. No dejen pasar un día más sin hacerlo.

martes, 1 de octubre de 2013

El actor que gana es el que sigue soñando. Cassavetes o el primer crowfounding

El sueño 
Si pudiera elegir con quién rodar mi siguiente película, en mi lista estaría John Cassavetes en alguno de los primeros puestos. Y las razones serían estas: la relación que establecía con los actores y entendimiento de los mismos, y el conocimiento de las palancas de trabajo de los actores y cómo accionarlas según las necesidades del personaje. Pero sobre todo, por su trabajo hecho desde la humanidad y el gozo por el cine.
Actores, actores, actores, siento envidia de los que habéis trabajado con él incluso sufrido sus gritos. Me hubiese gustado estar allí, en uno de esos rodajes.
Sean Penn dijo que “En las películas de Cassavetes, cada tres minutos hay un rayo de realidad”. 
Me hacía muy feliz palpar la ilusión de otras personas haciendo un proyecto que va más allá de su propia vida, viviendo una realidad inventada, pero real, como la de los niños. Y por eso me hice actriz. Y ¡gracias! porque sé que sigue siendo así.

La historia 
Cassavetes fue un gran director, pero también “un tío listo”. Alguien que supo ver el futuro, o mejor dicho, supo ver a un gran grupo emergente de personas que querrían ver algo “distinto” de lo que los grandes estudios estaban haciendo dominándolo todo. Supo ver otro cine: el cine independiente. Un cine que emergía desde los años 50 con Morris Engel, Lionel Rogosin y Shirley ClarkeDesde nuestra perspectiva todo es fácil, el camino está más que andado. El cine independiente ha ganado todo el terrero que ha podido al comercial. Ha sabido equilibrar la balanza entre prestigio y dinero. Nadie dudaría si trabajar o no en un buen guión de cine independiente americano. Al menos, ningún actor con cabeza.

John Cassavetes alquiló un local en Nueva York, junto con Burt Lane a principios de 1956. Con ayuda de los alumnos y algunos amigos, lo pintaron y arreglaron hasta que estuvo “listo”. Acababan de crear el The Cassavetes - Lane Drama Workshop (más conocido como Variety Arts o Workshop).

Hay quien piensa que John Cassavetes montó este taller para “fastidiar” al Actor's Studio, ya que tenía una “espinita” clavada por no haber sido admitido cuando aún no era  conocido. Además, le dolía enormemente el poder que el Actor's Studio ejercía sobre los directores de casting y para colmo, pensaba que el estilo de Lee Strasberg era demasiado rígido y falto de imaginación. Este punto es especialmente curioso para mi. 
John Strasberg habla del trabajo de su padre en relación con el de Stella Adler. Para él, el trabajo de Lee Strasberg queda basado en la disciplina y en la memoria sensorial pero le faltaba la “canalización” y el de Adler, es más imaginativo, basado en la inspiración pero quizá falto de organización. Ambos mantenían un “enfrentamiento” y ambos estaban equivocados, según John Strasberg. 

El sueño y la historia
Curiosamente, John Strasberg trabaja especialmente la imaginación (es de los pocos maestros que pueden hacerlo) Hago este preámbulo, porque lo que ambos Johns buscan de los actores es muy parecido. A uno, sólo lo he estudiado, con el otro he trabajado en Madrid y Nueva York y en sus clases no faltan el rigor, la inspiración, la imaginación, la libertad o los sueños personales de cada actor. “Espero que sueñes mucho y vivas para ello” me dijo John Strasberg en el año 2009.

En 1955, Cassavetes manifestó “El actor que gana es el que sigue soñando, porque su sueño es más fuerte que la idea estereotipada de ganarse la vida”.




Es decir, ambos mantienen coincidencias enormes (a pesar de tener orígenes aparentemente opuestos) en temas tan importantes como la imaginación, la inspiración, los sueños...pero también coinciden en tener la sensación de “reparar actores” y curar su inseguridad.

Volvemos al The Cassavetes - Lane Drama Workshop donde el trabajo diario transcurría ensayando escenas. Un domingo por la tarde de 1957, concretamente el 13 de enero de 1957 en el Workshop se organizó un ensayo sobre una situación “abierta”: una chica negra que pasa por blanca. El tema fue propuesto por Cassavetes y la escena fue dirigida por él e interpretada por Lelia Goldoni.

Esa escena, con el tiempo, dio lugar a “Shadows”, el primer largometraje de Cassavetes. 
Tenían la idea y una cámara, pero no tenían el dinero. Podían escribir y ensayar, porque se sentían libres, pero no tenían el dinero. Querían hacer la película, pero no tenían el dinero.

Y es aquí donde entra el genio Cassavetes. Llamó a Jean Shepherd para aparecer en el programa (Night People) que el locutor tenía en ese momento, y casualmente pidió dinero a la gente. Habló del ensayo y de que sería una buena película, y dijo “Si la gente quiere ver una buena película sobre la gente hecha por la gente, debería contribuir con algo”. Y empezaron a venderse entradas por adelantado a dos dólares. 

Comenzaron a recaudar dólares por millares, la gente más humilde se acercaba incluso en auto stop para llevar el dinero en mano. Cassavetes también consiguió aportaciones más altas (de 100 a 500 dólares) de donantes de alta posición económica.

El final de la historia
Así se montaron Shadows, y el primer crowdfunding de la historia, al mismo tiempo y de la misma cabecita. Hace 56 años.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Mejor es el buen trato que las limosnas.

Sobre El Duelo, de Anton Chéjov

Ayer fui al teatro y estuve de viaje en una butaca. Fui al Cáucaso. Y cuando digo fui, es que realmente estuve allí. No sé si me entienden. Más bien, espero que me entiendan.
Mi amigo y autor teatral Santiago Martín Bermudez me llamó el día anterior. "Mañana tenemos a los rusos". Al día siguiente fuimos a ver El Duelo al Centro Dramático Nacional. Y menos mal, porque no era para perdérselo. Era para perderse en él.

Me gusta mucho el teatro, esa es la razón por la que casi no voy. Y en la pequeña franja que deja abierta ese "casi", se cuelan, algunas veces, más razones para no volver nunca y otras, joyas como la de ayer. Joyas de tres horas en ruso. ¿Han bostezado (con perdón) alguna vez viendo a Chéjov?. Léanse las siguientes afirmaciones:

a) Yo sí. Lo confieso abiertamente.  Muchas veces he bostezado viendo a Chéjov.
b) Ayer, sin embargo, fui feliz viendo a Chéjov.

Las dos son mías, pero entre ambas afirmaciones existe una zona gris de contenido opuesto. ¿Qué hay en medio de las dos? ¿A qué corresponde esa mancha gris?: ¿Al saber hacer?, ¿a la magia?, ¿la pasión?, ¿el conocimiento de lo que se hace?, ¿maestría?, ¿técnica?... Si, pero hay algo más. La universalidad que reside en los duelos individuales. El precioso abismo que se abre cuando uno tiene la valentía de quererse a sí mismo.

En El duelo, cada personaje representa un pilar de pensamiento. Todos opuestos entre sí, pero todos abanderan sólidos discursos. Cada uno tiene un sueño, su sueño. Decidan cuál es el suyo.

Tenía usted razón Sr Von Koren (Armen Arushanyan). En su desilusión por la civilización convertida en masa que adora a dioses endebles y antropomórficos en la religión y en la moral, y que ha debilitado de modo considerable la lucha y la selección. Nosotros y nadie más somos los culpables del deterioro de la humanidad. La cultura humana se ha debilitado, de ahí la rápida multiplicación de los débiles y su predominio sobre los fuertes. Esa prédica del amor por el amor, como la del arte por el arte, si pudiera tener fuerza, al final de todo, llevaría a la humanidad a una extinción absoluta.

Pero ¿Y aquel que sólo pretende vivir? Aquel que no necesita la verdad y no la busca, aquel que no participa de la vida común de los hombres, que vive ajeno a sus ideas, religión, búsquedas o luchas. ¿Aquél que come el pan de otros hombres, bebe su vino, se lleva a sus mujeres y para justificar  su vida ante sí mismo y ante los demás intenta darse el aire de ser superior?

Amarga verdad/dulce mentira ¿elegida? por algunos, amantes de una vida salvaje generadora de una conciencia con alas que viaja, cuan ave migratoria, al albor de otro futuro.
¿No es también humana su manera de vivir, Layévskii (Anatoly Beyli) ?

Incluso Maria Konstantínovna (Eva Vasil'eva)personaje que reencarna la vieja moralidad y el estandarte más populista de las sociedades reprimidas, abandera un discurso ajado, manoseado por las religiones y aceptado por los hombres. 
Sin embargo, lo hace desde un escalón que requiere una dosis importante de sofisticación y evolución humana: la sinceridad. "Confíe en mi, yo no la engañaré ni le ocultaré a los ojos de su alma ni una verdad" Y este hecho eleva a María, como mínimo, a la aceptación. Quiere ayudar. Y era cierto. Así lo planteó y así fue dicho. Magníficamente dicho.

El Diácono Pobedov (Valery Troshin) cierra el círculo con una frase bíblica (pero no por ello no contemporánea). La fe mueve montañas. ¿Sabían esto ustedes?

La fe sin actos no vale nada. Y los actos sin fe, menos aún.
Yo tengo un tío Pope, que tiene tanta fe que cuando va al campo a orar para que llueva, lleva paraguas para que la lluvia no lo moje en el camino de regreso.

Me gustaría acabar aquí mi texto, con Pope, pero aún me quedan dos preguntas que hacerles. Una, la evidente: ¿Son ustedes de los que tienen esa clase de fe? ¿Esa clase de fe que se siente en la piel?. Y otra, la impertinente: ¿Qué reprochar a cualquiera de estos personajes asfixiados por unas coordenadas marcadas brutalmente por la religión, el lenguaje o el comportamiento social? Y aquí reside el secreto de este Duelo, en un susurro Purgante que se genera en la creatividad y desemboca en la Fuga de la artisticidad. Me imagino que pasa muy pocas veces. La universalidad. Casi ná.

























jueves, 19 de septiembre de 2013

Mr Gwyn

Digo siempre que no soy una buena lectora de novelas. Algunos que me conocen ya lo saben, y es verdad. La poesía o el ensayo forman parte de mis lecturas favoritas. Y la biografía. Cotilla que es una.
Como presentación, igual es cursi, lo asumo, pero admítanme ustedes el beneficio de la verdad. O sea, que no les miento. Las novelas son mares. Con sus aguas, su temperatura, sus bichos locales y su ritmo de oleaje y una no se mete en cualquier parte. Algunas veces me pasa que meto los pies, y reconozco que con esa primera sensación decido el resto de la zambullida.

Muchas veces es una huida. Salgo corriendo de lo fría que está el agua, admito que la temperatura influye en mi vida sin mesura. Tampoco me gustan las playas muy transitadas, ni muy publicitadas, conocidas por elementos ajenos a la propia playa.

Pero hay mares que me encantan, y como da mucha pena salirse de ahí, me remojo tres o cuatro veces más aunque me haya bañado hasta el final. Y en estas ocasiones suelo navegar por mares cercanos a ese mar primero. Y algunos tienen el oleaje parecido, pero tienen más piedras en su arena. Otras veces me encuentro con mares hermanos y comprendo que hay lugares cuya naturaleza es creadora y aunque cambien, siempre serán especiales. También comprendo que crear tiene mucho que ver con la escucha y que el sonido de la ola de la vida sólo desemboca en algunos lienzos, en algunas partituras, en algunas páginas. En algunas, a veces, en lagunas otras.

Este verano me he bañado con Mr Gwyn. Tantos años visitando playas y resulta que me había perdido una de las mejores. Fue un baño María :)) Que conste que la coincidencia es pura ídem, y que yo me refiero a la naturaleza y al efecto de dicho baño. A la lentitud efectiva del agua que coge calor y transforma aquello a lo que envuelve.

Mr Gwyn es un personaje en continuo cambio, consciente de sí mismo como pocos, que evoluciona gracias a la sofisticación de su pensamiento y desemboca en una creatividad refinada con bombillas.
Báñense en su playa si no lo han hecho ya. Prepárense para leer con mayúsculas, y para disfrutar de una destilación del lenguaje cercana a la poesía, cercana al pensamiento y al conocimiento de la vida que tiene Baricco.